Sin ideas para escribir, para pensar, son casi las 7 es lunes, llueve, cafú ladra, oigo las voces de Vale, contando a donde fue con Cristian que acaba de llegar de España.
Hace un rato, me contó al oído que fueron a la jueza, y total que se casan el viernes 4, no estoy feliz ni tampoco amargo, me parece que así es vale, y lo tomo como algo que siempre hace, por mal que les parezca a unos, o por bien a otros, así es Vale, valiente y decidida, UNA LOCA capaz de arriesgar todo por el todo, vive sus propias reglas, como mi papá.
Al escribir esto y hablar de ella no puedo evitar, fiel a mi estilo, recordar mi niñez con ella. Era una aventurera, traviesa, chillona, coqueta, tierna, mi guardiana, mi amiga, mi hermana.
Se vestía siempre con alguna prenda rosada, le encantaba hablar y jugar a la reina, o a la cocina. Nunca era tarde para corretear por allí, o imaginarnos que gobernábamos el mundo con juguetes y bromas. Era una noble chiquilla, que amaba a sus padres y abrazaba a su hermanito si éste se asustaba. No era buena en el cole pero era la mejor maestra para cucho.
Nos encantaba cantar y ver la tele. Compartíamos la cobija en las tardes, alzábamos los brazos y gritábamos a los helicópteros o aviones “MAMITA DINA”.
Era la niña más linda a donde fuera, hasta ahora se me hincha el pecho decir en una foto “esta es mi hermana”.
Amigos del alma, ella y yo, crecimos juntos y unidos, con peleas y abrazos, con música y chistes, con confianza y con amor.
Ahora ya más grandes y con caminos distintos, me doy cuenta que mi infancia fue la mejor, sobretodo por que tuve un ángel que me cuido y sanó los raspones, y que me guió por el mejor camino, y que todo lo que hice, hago o haré se lo debo eternamente a mi Valery.
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