miércoles, 29 de diciembre de 2010

REMATO..

Vendo mi conciencia

Remato mi dolor

Cambio mi cansancio de apariencia

Y dejo reciclando el corazón

Voy curando las heridas de la vida,

Cupido no quiere jugar,

Estúpidamente se va.

Amarte, fue casualidad

Vendo mis razones

Y diez cartas de amor,

Y aunque no parece interesante,

Remato los consejos de una flor,

Se que nada es complicado,

De a poco la vida te enseña a olvidar

Y todo se va a acomodar

Respira y vuelve a empezar

De nuevo otra vez, sin miedo a esconder la locura,

Que me hizo perderte

De nuevo otra vez

Desaparecer los errores

No son para siempre,

prefiero reconocer

Que tu nostalgia de mi no quiere saber.

Por eso vendo mi equipaje

Y abrazos de verdad, remato los recuerdos de una fecha

Y sin recibo de caducidad,

Voy cruzando una avenida,

En subida tu olvido me va atropellar

Después volveré a caminar

Respira y vuelvo a empezar.

De nuevo otra vez, sin miedo a esconder la locura,

Que me hizo perderte.

De nuevo otra vez

Desaparecer los errores

No son para siempre, prefiero reconocer

Que tu nostalgia de mi no quiere saber.

Voy cruzando una avenida,

En subida tu olvido me va atropellar

Después volveré a caminar

Respirar se me va a pasar,

Si, se me va a pasar...

domingo, 19 de diciembre de 2010

MIS PROPIAS GUERRAS

La soledad se quedó acompañada

de mis sueños

Con mis confesiones a cuestas,

inundando los deseos de ver mejor

un mundo al cual deseo pertenecer.

Un mundo real.

Mis mentiras son batallas inventadas

para ganar mis propias guerras

y el temor de ser atravesado por la espada

del delirio

invade el alma, la pone turbia

como las aguas reposadas de los ríos cerca de las ciudades,

llenas de mugre y estiércol.

Pena, quédate ahí.

No regreses, ya no te necesito.

jueves, 16 de diciembre de 2010

NI LOCO NI NADA

Ni loco ni asustado, ni al borde del reloj

Ni feo ni atractivo, de buen o mal humor ya no tengo ganas de cambiar mi dirección.

Estoy fuera del promedio de los que se inventan una religión.

Ni preso ni bandido, ni juez ni espectador,

No soy un mal amigo tampoco un seductor.

No me da la gana, de pagar la comisión

Ni borracho ni perdido con los años la paciencia se acabó

Ando por la vida, reciclando historias desahogandome a escondidas,

Traficando versos con palabras asesinas,

Para aniquilar mi pena soy un criminal,

Ando por la vida persiguiendo sueños y lamiendo mis heridas,

Practicando el arte de dejarte si me olvidas

Lo que para ti es muy raro, para mi es normal

Ni sabio ni exigente, ni estupido ni actor

No soy un inocente tampoco un santurrón,

Ya no tengo ganas de llamar la atención,

Soy disperso y distraído,

Vivo haciendo una maleta en el avión,

Ni alegre ni enojado ni héroe ni mortal,

Ni tan civilizado tampoco un animal,

No me da la gana, de ponerme a cuestionar,

Solo sé que dios existe , y que la vida es un misterio Universal.

PERO tu

Desde hace un mes,

Tengo atada tu boca a mis sueños,

Y el corazón reflejada en tu piel,

Un dia mas tengo sed de una noche sin miedo,

Fragilidad , sensación de papel,

Te desnudé adornando un camino desierto

Y me desperté y caí,

Sobre tu pensamiento y me perdí.

PERO TU, tenías una sombra en el camino,

Que te pintaba el alma de enemigo,

Borrando en un abrazo la imaginación,

Y ahora yo, me quedo con un trozo de tu vida,

Acostumbrándome a la despedida,

Sabiendo que la soledad es lo mejor,

Para los dos,

Desde hace un mes tengo el alma pendiendo de un hilo,

Y un nuevo sol, que me tiñe la piel,

Un dia más que la tarde me encuentra durmiendo,

Lejos de ti, para no envejecer,

Te desnudé adornando un camino desierto,

Y me desperté y caí sobre tu pensamiento y me perdí,

Desde hace un mes tengo atada tu boca a mis sueños,

Fragilidad sensación de papel..

viernes, 12 de noviembre de 2010

UN POCO DE RESPETO NO?


Todos venimos siendo testigos de cómo en los últimos años, se viene agravando una seria "crisis de respeto a las autoridades" en el Perú y otros países latino. Es ya frecuente ver a autoridades como alcaldes o policias agredidos y asesinados, profesores y directores baleados, árbitros de fútbol golpeados y presidentes insultados e incluso agredidos físicamente en público, o secuestrados.


Si queremos construir una sociedad sana y equilibrada, a todos nos asiste la responsabilidad de detener esa crisis educando, corrigiendo y últimamente sancionando dichas faltas en base a las normas y mecanismos legales existentes, a fin de crear una verdadera conciencia de respeto a los deberes y derechos que asisten a las sociedades organizadas.


No podemos seguir siendo tolerantes porque el exceso de tolerancia anula el respeto, tampoco indiferentes porque las consecuencias serán mas funestas para todos, sin exclusión. No esperemos que cualquier desadaptado, resentido social o rebelde con o sin causa, nos agreda, para recién darnos cuenta de que nos encontramos al borde de una violencia donde nuestros derechos no valen nada, seamos quienes seamos.


Cotidianamente somos testigos de malos ejemplos en los buses, vemos a jóvenes sentados mientras adultos mayores viajan de pie. También horrorizados vemos noticias de hijos que matan o que los denuncian por presuntas agresiones, cuando en muchos casos se ha tratado de medidas de disiplina que sus padres intentaron aplicar.


No sugiero que las sanciones sean penalizadas sin antes clamar a todas las autoridades y especialmente a las educativas que se retome a la enseñanza y práctica de todos lo valores humanos y entre ellos al respeto de nuestras autoridades, en marco de la sociedad en la que vivimos. Estamos convencidos que la rebeldía y la falta de respeto a las autoridades ameritan corrección y disciplina, ellas, nos representan y somos quienes los eligieron gracias a la democracia que nos ampara.


Eduquemos y seamos ejemplo permanentemente de los niños y jóvenes. Enseñemos a todos a respetar, además de exigir ser respetados. Es nuestra responsabilidad corregir con firmeza el irrespeto y la rebeldía.


Mecanismos de reclamo pacíficos existen y éstos deben ser permanentemente utilizados. Solo así tendremos una sociedad justa y equitativa para todos.

jueves, 29 de julio de 2010

Migajas de soledad


Tenía la billetera inundada de papeles, desordenada como sus cajones, una estampita de San Judas Tadeo y Melchorita, tarjetas de crédito expiradas, carné del seguro social, su DNI y una foto arrugada de niño junto al padre.

Su matrimonio dejaba mucho que desear. Aún no podían tener hijos, exámenes, pruebas, nada. Entonces la vida a los 30 años, le pedía señales de cambio, ¿Qué cambios? Ni el mismo lo sabía. Un viaje, la soledad y, si fuera necesario, el divorcio.

Ella no tenía ninguna carrera. Había sido criada en una familia de clase media, dedicada a su casa y a su jardín. El tiempo libre se lo entregaba a un par de novelas de la televisión, típicos dramones mexicanos y por las noches veía las noticias de las diez.

No usaba maquillaje, casi nunca se soltaba el pelo. Los nueve años junto a su marido habían sido una inversión cara. La paciencia rescindía el contrato.

Como cada noche, casi por obligación, comían juntos. Conservaban un ritual, al menos para que dentro del currículo matrimonial quedara algún indicio de solución, de lucha, de salvación. Se sentaban frente a frente, en silencio, en la diminuta mesa de comedor, la primera y única mesa que habían comprado felices, en un abrazo lleno de sueños, semanas antes de casarse. El mantel de tela a cuadros, heredado de la abuela, lleno de migas de pan, restos del desayuno.

Aquél día ella había decidido no limpiar nada. Los platos sucios del lavadero, el polvo de la alfombra, el gato sin comida y el canario sin agua. Luego de media hora mirando el vacío, ella, con voz temerosa y frágil, se animó a romper el silencio: "No sé hasta dónde llego el amor, o si solamente me dejé llevar por él. "

Las palabras se perdían en el aire mientras secaba las lágrimas. En ese instante él, inmóvil, la observó con detenimiento, se levantó de la silla, se acercó a ella y repentinamente le lanzó una bofetada y la arrojó al piso. Segundos después, con los ojos y puños cerrados de rabia y de arrepentimiento, él le dijo: "Te amo y te odio con toda mi alma. Eso es el amor para mí".

Una hora más tarde, ella se quedo dormida en el mismo lugar donde había caído, cansada de tanto llorar. Mientras, él descansaba en la única habitación del lugar.

Al amanecer, una mañana soleada de primavera, ella despertó en el mismo sitio, llena de vacío infinito. Se dirigió al baño y en el espejo encontró una nota que decía: " Eres libre, mi cárcel ya no es prisionera de la tuya. Te amo y te odio, siempre te amaré así".

Nunca más se miraron las caras. Así pues, de nuevo como cada mañana, ella se lavó en rostro, se miro al espejo, sonrió con pena.

Limpió la casa y guardo silencio, el mismo que guardaría por el resto de los años. Nunca encontraron a nadie, solo decidieron amarse a sí mismos sin volver la vista atrás.

Quizás los dos habían descubierto que el amor es la cumbre de la locura y la soledad una montaña a la que espera el amor.

lunes, 17 de mayo de 2010

PARAPAPA!!



Me hubiera gustado saber más de ti, tus secretos, como ves la vida y qué piensas de ella.

Me hicieron faltas más llamadas, conversaciones en donde pudiéramos mirarnos a los ojos y ser honestos, tan reales como el día que te fuiste.

Tengo tantas cosas que contarte… Tengo quejas, tengo reclamos, tengo abrazos y cosas buenas también. Odiaba a veces tu silencio. ¿Cómo lidiabas con él? Te camuflabas en algo, pero nunca supe que era. Tampoco es que me torture los días pensando en eso, pero hubiera sido mejor entenderte más de lo que intenté.

Me va bien ¿sabes? Estoy estudiando algo relativo a mi sueño y trabajo en un cine, Vale también estudia lo que hace mucho quería y es la mejor cantante de Chosica y a mamá le va bien en su trabajo. Casi podría decir que el cine es mi segunda casa. viajo mucho de aquí para allá, casualmente pensé en escribirte esto en un viaje. Tu también viajabas mucho ¿Te acuerdas?

Muchas veces pienso si a ti también te quedaron preguntas pendientes en el paladar, como a mí. ¿Sabes qué pasaba? No queríamos darnos cuenta de la realidad y de eso vivimos los dos. Un par de soñadores locos viviendo su propio mundo, capaces de arriesgar todo por el todo, viviendo sus propias reglas.

Pero bueno, ya está, ya pasó.

¿Fuiste feliz con nosotros? ¿Algo te molestaba? ¿Querías huir? ¿De qué? ¿De tus propios demonios y secretos?

Tu misión con Vale y conmigo era más fácil de lo que imaginabas. A veces pienso que te complicaste mucho la vida. No era tan difícil querernos bien.

Nunca olvidaré los sábados cuando pasabas a buscarme por la tarde y me quedaba contigo todo el fin de semana. Jamás podré borrar de mi memoria lo momentos en me mirabas como si siempre fuera a ser niño y nunca fuera a crecer.

Papá, donde quiera que estés, te quiero, todo lo mucho o poco que me diste esta aquí, conmigo. No importa nada más. Te tuve el tiempo que necesité quererte y listo.
Nos veremos las caras en algún momento, para contarnos chistes y reírnos de todo, cuando mis arrugas, mi corazón cansado y mi letargo me lleven hacia ti.

domingo, 16 de mayo de 2010

CUCHO


Cucho tenía siete años y amaba el parque como si le perteneciera.

Se escondía entre los arbustos, les ponía nombre a las palomas, inventaba chistes en las esquinas junto a sus juguetes.

Y corría en la sala de su tía de lado a lado, pateando una pelota, dejando pasar el tiempo, esperando nada, solo reír.

Los domingos no le gustaban, olían a lunes y a colegio.

Era un aprendiz de la mañana y de la tarde, nunca le gustaron las fotos que le tomaban para el recuerdo. Para él, el recuerdo era pasajero, lleno de olvido y angustia. Huía a los brazos tentadores del pasado.

"todo esta bien", se repetía cada vez que el silencio, la brisa, el olor y ruido del rio paseaban juntos.

Con solo dormir en el patio fresco, escapaba de la pena si esta lo venía a buscar.

Dibujaba en la pared del mismo patio, con la clorofila su nombre, su equipo de fútbol, su protesta. De vez en cuando, dejaba escapar un corazón con el nombre de la niña más linda del colegio, aquella que alborotaba su respiración cuando pasaba cerca de él un lunes cualquiera. Y la veía de fiesta para un cumpleaños, acompañada de su madre: vestido amarillo, chompita blanca, la trenza más tierna y el castaño claro iluminado por sus ojos coquetos.

Cucho no pedía, recibía sin pedir, sin reclamar. Si había daño, el mismo lo intentaba reparar.

Tenía un manual en el alma que aprendió a leer con el tiempo.

En las noches, antes de dormir, las cortinas y las sombras lo amenazaban bajo la forma de señoras gordas. Por eso prefería tenerlas abiertas dejaba una rendija de aire en la ventana, así el aire entraba con facilidad y las estrellas, si es que se asomaban por el cielo nublado de julio de Chosica, le permitían construir un camino hacia la luna.

Cucho amaba el parque y era feliz.

Al menos, eso creía.

lunes, 8 de febrero de 2010

No voy a olvidarte


No voy a olvidarte

Porque mi tentación sigue escondida

Entre tus sombras.

Sigo recogiendo el alma en pedazos

Regados por mi piel

Que intentan reconstruir tu mano en la mía.

La historia no perdona.

Ya está escrita, los perdones y caricias

No vuelven a cruzar la misma puerta.

No voy a olvidarte

Porque la vida está hecha de olvido.

El sudor de cada verso se hace libro

Y el fantasma de tu fuente no se va,

Esperando una moneda un deseo,

Empapando la vereda de humedad.

No voy a olvidarte

Porque sé que cada día te olvido

Palpando a ciegas mi mente,

Inventándole una sucursal a mi dolor

Para distraerlo y confundirlo.

No voy a olvidarte

Porque mi ilusión es suicida.

Entre el cielo y el infierno la guerra se consume

Y el mar, el mar me sigue conquistando ahí, en sus orillas, donde nunca voy a olvidarte.

sábado, 6 de febrero de 2010

SAMUEL


La luna se escondió justo detrás de la Plaza Mayor, ahí donde los domingos se juntaba el pueblo a cuchichear las candente visitas del alcalde a las casa de sus guardias o a comentar el nacimiento de una vaca con dos cabezas. Eran las diez y media, dos centinelas vigilaban a medias tintas la casa del subprefecto, y decidí fugarme.

Todo estaba preparado, era el plan perfecto. Luego de saltar el muro, corrí como nunca en mi vida hacia el matorral de la chacra, tanto así que no veía ni mis manos. Tenía diecisiete años, seis meses de calabozo, ni un centavo en el bolsillo y unas ganas locas de conocer el Estadio Nacional.

Amanecí caminando por la quebrada de un valle y, al voltear la cabeza, vi desde una colina el pueblo, la bodega de Don Pepo, la canchita de fulbito donada por un gringo minero… Todo parecía pintado y decidí olvidarme.

Sabía que la carretera estaba cerca y que pronto pasarían los camiones cargados de verduras hacia la capital. Bastaba con tirar dedo y convencer al chofer con los cigarrillos que me había regalado mi compañero de celda. Eso sí, viajaba atrás.

No contaba las horas, aunque no fueron suficientes para dormir entre lechugas y cebollas. Estaba aturdido, emocionado por mi hazaña, pero con un miedo invencible.

Mi abuelo siempre me hablaba de la capital con un entusiasmo incomparable, sobre todo por que conoció a una tal Tongolele. Las fiestas al ritmo de la sonora, las presentaciones de un tal Don Ferrando, las encerronas en el Juanito de Barranco, La Feria del Hogar y el mar. El mar lo conocía por la televisión comunal que había en la parroquia del pueblo.

Por fin llego el camión a su destino, el Mercado Central, y al toque busqué trabajo de cargador en un puesto recién habilitado. Me ofrecieron cinco soles diarios por cargar, y si me animaba a cuidar el puesto me daban siete soles y una frazada. Así empezó todo.

Cargaba desde las cinco de la mañana hasta las cuatro de la tarde, tenía media hora para almorzar y ver las calatas que salían en los periódicos y a las siete me acostaba agotado, pensando en mi abuelo.

A la semana conocí a José y Enrique. Trabajaban con la loca del puesto 37. Esa vieja sí que estaba rayada. Un día quemo su tienda creyendo que con eso su marido regresaría aunque fuera de pura pena, pero le salió el tiro por la culata. Para entonces su marido ya estaba camino al Japón. Lo único bueno de ella era su hija, la Genoveva, estaba como quería y era inspiración de todos los sueños eróticos del mercado.

Un día José me tomó por sorpresa y me la presentó. Cuando la vi de cerca no era como las calatas de los periódicos. Era tan dulce e inmadura como las peras que vendía su mamá. Claro, yo estaba a punto de cumplir dieciocho y las tentaciones hormigueaban en mi pantalón, los escotes sugerentes de la Genoveva me convertían por momentos en piedra y me ponía colorado pensando que todos se darían cuenta de mi reacción.

Sabía que llegaría el día en que no iba a poder más. Y me enamoré. Enrique ya tenía su "peor es nada" (así la llamaba el huevón ese) y a José le importaba un carajo el amor. Como era mayor que nosotros, se contentaba paleteando un par de cholas potonas.

Amigos imbatibles, crecimos juntos en ese pedazo de tierra de nadie, donde el cariño escaseaba y los golpes te obligaban a aprender.

Cumplí diecinueve. Me habían aumentado el sueldo el año anterior y pude ahorrar alguito debajo del colchón, sabio consejo de la Tía Esperanza. Veinte soles al día y una cama desarmable ya eran un gran avance.

Mi abuelo siempre me dijo que la vida en Lima no era fácil, que los caballos de fierro (los autos) no te dejaban caminar tranquilo como en el campo, que la dureza en la cara de la gente era imperecedera y que el agua tenía otro sabor.

Hacía tiempo José estaba empeñado en llevarnos a Enrique y a mí a estrenar estos cuerpecillos frágiles, castos, alicaídos, puros... bueno no tan puros, la paja se había convertido en el arte por excelencia, pero los perjuicios de hacerlo con alguien empezaban a caer sobre nuestro morboso instinto sexual.

Las únicas mujeres sin ropa que había visto en mi vida habían sido la Tía Esperanza cuando meaba en la chacra y las calatas de los periódicos, esas con pose de importantes, pelo pintado y juicios pendientes por líos falderos con narcos. Pero esto iba a ser distinto.

Llegó "el dia D", como escuché una vez por la tele. El lugar era una caleta en una quinta del Rímac. Ahí estaba yo, con la mirada perdida, las manos transpirando y un condón en el bolsillo. No voy a contar detalles, pero lo que hice aquella noche lo volví a repetir cada vez que podía. Esto de vivir en la capital se ponía divertido, a pesar de todo. No era la Lima que vivió mi abuelo, pero aquí estaba, intentando no olvidar las raíces y peleando contra este racismo de mierda.

Con dolor de mi corazón, conseguí otro trabajo. Iba a dejar de ver a la Genoveva y solo podía visitar a José y Enrique los famosos sábados. Era una ferretería en Surquillo, cerca a Miraflores, quinientos soles al mes, una frazada y un termo con café.

Mis pensamientos iban adoptando formas distintas. Día a día, dolía crecer, sobre todo al imaginar que podría estar corriendo por la chacra del abuelo que tanto había dado por mí. Extrañaba el aire, la montaña, los versos de Abel (proyecto de poeta) declamando en la plaza, a mi padre, rondero caído en una toma terrorista y a mi madre, desaparecida luego de una toma militar.

No soy feliz, pero estoy vivo, pensando en ellos, en lo que hubieran querido para mí. Por eso cambié mi Plaza por este parque raro y gigante. Deje todo por esto. Sé que algún día regresaré. Algún día.

Mi nombre es Samuel. Vivo pensando en la madrugada en que me fui del pueblo, pensando en una lista de dudas que tenía, que aún me ponen los pelos de punta. Me pregunto si envejeceré en esta ciudad, si algún día conoceré a la Tongolele, si gritaré un gol en el Estadio Nacional, si es mejor soñar que aceptar…

Mi abuelo murió ayer, con él murió mi pasado. Solo queda esperar el sábado, dos amigos y una mujer que no es mía. Es de todos.

miércoles, 3 de febrero de 2010

La ira


La ira no es más que el arrebato de la razón,

Una calle asfaltada, voraz, urgente.

La ira calla y obliga a callar, no deja escuchar y tampoco permite ser escuchado.

Tiembla el cuero y el pellejo

Al descubrir su mirada y se abandona a la paz.

Sus lágrimas arden y hieren,

Ciegos están los mundos del poder de la ira.

La saliva se amarga, tu garganta cumple su cometido y la palabra se hunde como puñal en una oración,

La ira me satisface por segundos y asesina todo un pensamiento.

Me dejo llevar.

Luego, ya en mi cama, respiro agitado y duermo despierto, llorando la culpa.

Es ahí donde la ira me escupe. Vino, pasó y se fue.

Se aprovecho de mi furia. No hice nada por defenderme.

Ira de impotencia y de la muerte.

Parte de la sangre, escondida entre papeles

Amiga de la rabia. No hay vacuna. Es, y se va.

martes, 2 de febrero de 2010

Galletas


Una Chica estaba aguardando su vuelo en una sala de espera de un gran aeropuerto. Como debía esperar un largo rato, decidió comprar un libro y también un paquete con galletitas.
Se sentó en una sala del aeropuerto para poder descansar y leer en paz.
Asiento de por medio, se ubicó un hombre que abrió una revista y empezó a leer. Entre ellos quedaron las galletitas.
Cuando ella tomó la primera, el hombre también tomó una. Ella se sintió indignada, pero no dijo nada.
Apenas pensó:
- "¡Qué descarado; si yo estuviera más dispuesta, hasta le daría un golpe para que nunca más se olvide!".
Cada vez que ella tomaba una galletita, el hombre también tomaba una. Aquello la indignaba tanto que no conseguía concentrarse ni reaccionar. Cuando quedaba apenas una galletita, pensó: "¿qué hará ahora este abusador?"
Entonces, el hombre dividió la última galletita y dejó una mitad para ella. Ah! No! Aquello le pareció demasiado! ¡Se puso a bufar de la rabia! su libro y sus cosas y se dirigió al sector del embarque.
Cuando se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso… Para su sorpresa, allí estaba su paquete de galletitas!! … .intacto, cerradito!!.
Sintió tanta vergüenza!. Sólo entonces percibió lo equivocada que estaba. Había olvidado que sus galletitas estaban guardadas dentro de su bolso! El hombre había compartido las suyas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado.
Pero ya no había tiempo ni posibilidades para explicar o pedir disculpas. Pero sí para razonar:¿Cuántas veces en nuestra vida sacamos conclusiones cuando debiéramos observar mejor?
¿Cuántas cosas no son exactamente como pensamos acerca de las personas? Y recordó que existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan:
Una piedra, después de haber sido lanzada;
Una palabra, después de haber sido proferida;
Una oportunidad, después de haberla perdido;
El tiempo, después de haber pasado.

Sin ideas


Sin ideas para escribir, para pensar, son casi las 7 es lunes, llueve, cafú ladra, oigo las voces de Vale, contando a donde fue con Cristian que acaba de llegar de España.

Hace un rato, me contó al oído que fueron a la jueza, y total que se casan el viernes 4, no estoy feliz ni tampoco amargo, me parece que así es vale, y lo tomo como algo que siempre hace, por mal que les parezca a unos, o por bien a otros, así es Vale, valiente y decidida, UNA LOCA capaz de arriesgar todo por el todo, vive sus propias reglas, como mi papá.

Al escribir esto y hablar de ella no puedo evitar, fiel a mi estilo, recordar mi niñez con ella. Era una aventurera, traviesa, chillona, coqueta, tierna, mi guardiana, mi amiga, mi hermana.

Se vestía siempre con alguna prenda rosada, le encantaba hablar y jugar a la reina, o a la cocina. Nunca era tarde para corretear por allí, o imaginarnos que gobernábamos el mundo con juguetes y bromas. Era una noble chiquilla, que amaba a sus padres y abrazaba a su hermanito si éste se asustaba. No era buena en el cole pero era la mejor maestra para cucho.

Nos encantaba cantar y ver la tele. Compartíamos la cobija en las tardes, alzábamos los brazos y gritábamos a los helicópteros o aviones “MAMITA DINA”.

Era la niña más linda a donde fuera, hasta ahora se me hincha el pecho decir en una foto “esta es mi hermana”.

Amigos del alma, ella y yo, crecimos juntos y unidos, con peleas y abrazos, con música y chistes, con confianza y con amor.


Ahora ya más grandes y con caminos distintos, me doy cuenta que mi infancia fue la mejor, sobretodo por que tuve un ángel que me cuido y sanó los raspones, y que me guió por el mejor camino, y que todo lo que hice, hago o haré se lo debo eternamente a mi Valery.

Llega un momento en la vida en que no puedes hacer otra cosa sino seguir tu propio camino. Ahora se casa, unirá su vida con otra… pero nunca se desligará de la mía.

23, Noviembre del 2009.

Desprenderse


Desprenderse sin sentir dolor,

Acostumbrarse al espíritu de la lejanía

Y reducir tu tiempo para no pensar.

Cada ser humano tiene una determinada capacidad de desprendimiento, y eso es lo que lo hace a uno más independiente o menos tolerante a dejar algo o a alguien.

Hay quienes se desprenden de una casa, de un auto, de un libro. Hay otros que se desprenden de sus padres, de sus hijos, de sus amores. Hay quienes se desprenden de una pierna, de un ojo, de un brazo.

Desprenderse puede ser un acto agresivo, agonizante, letal. Otras veces, puede implicar libertad, desahogo, sabiduría.

El desprendimiento está en cada ser humano. Es una acción constante a la que por lo general no prestamos atención.

Al final, de nada sirve aferrarse, si todos solemos desprendernos forzosamente de todo, hasta de la misma vida.